Sociólogo e investigador, analiza la coyuntura en términos de pobreza y desigualdad. Logros y deudas de la democracia, demagogia punitiva y el voto a Milei.
«La polarización ideológica con componentes afectivos, el descontento generalizado y la polarización en torno de un líder emergente están marcando la política latinoamericana, cuyos electorados, al igual que en otras latitudes, se muestran crecientemente volátiles e insatisfechos», sostiene Gabriel Kessler, doctor en Sociología por la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París, investigador del Conicet y profesor de la Universidad Nacional de La Plata y de la Universidad Nacional de San Martín/Idaes.
En Argentina, y del lado del discurso, «Milei no rompe la polarización, sino que se asienta y refuerza ejes de la polarización previa sumado también al debilitamiento del discurso progresista», observa Kessler, para quien «no se avizora una mejora a nivel social, sino más bien un empeoramiento».
«A nivel social hay un aumento impresionante de la pobreza y la indigencia en grados pocas veces vistos. Gente que no llega siquiera a la canasta básica de alimentos.»
Es autor de una importante cantidad de títulos, como Sociología del delito amateur (Paidós); Controversias sobre la desigualdad (FCE); junto a Gabriela Benza, La ¿nueva? estructura social de América Latina (Siglo XXI); y, entre otros reconocimientos, recibió el Premio Konex a la trayectoria (2016) y fue nombrado por el Gobierno de Francia como «Caballero de la Orden de las Palmas Académicas» (2019).
–¿Cuál es su análisis del contexto actual?
–Estoy sumamente preocupado por lo que está pasando en el plano social, político, económico y cultural. A nivel social, por el impresionante aumento de la pobreza y la indigencia en grados pocas veces vistos: más de 20% de indigencia, es decir, gente que, con sus ingresos, no llega siquiera a la canasta básica de alimentos. Al mismo tiempo, con una cuasi suspensión de los planes alimentarios, que fueron una constante en Argentina desde la restauración democrática. No se avizora una mejora a nivel social, sino más bien un empeoramiento, porque casi todos los programas de políticas están desfinanciados, menguados o puestos bajo un manto de total sospecha. Tampoco se ve una mejora dentro del mercado de trabajo, al contrario. El presente es preocupante y el futuro también. La pregunta que muchos nos hacemos es cuánto la sociedad resiste.
–¿Qué respuesta encuentra?
–Estamos viendo que la sociedad posiblemente ha cambiado respecto a su gran capacidad de movilización, pero también uno puede pensar que hay una conflictividad latente, presente y más granular que se ve en distintos lugares del país. Posiblemente eso no implique una pérdida de apoyo de una parte de la sociedad a Milei en el corto plazo. Por un lado, porque hay algunos objetivos que el Gobierno había promulgado, como la baja de la inflación, que están pasando; por otro, porque hay un descrédito total de todo lo que fue el Gobierno anterior.
–¿Cuál es el principal indicador para medir pobreza y desigualdad en Argentina?
–Desigualdad y pobreza las medimos por el nivel de ingresos, aunque existen desigualdades educativas, de salud, de vivienda, en relación con el delito, etcétera. En América Latina cuando aumenta la desigualdad en general aumenta la pobreza. En algunos momentos, por ejemplo a fines de los 90, en varios países de la región la desigualdad aumentó, pero la pobreza había disminuido por distintos tipos de políticas. Ahora bien, en Argentina, siempre que aumenta la desigualdad aumenta la pobreza, porque en gran medida la desigualdad y la pobreza están ligadas con los cambios en el mercado de trabajo y las políticas compensatorias no llegan a cubrir ese aumento de la pobreza, en muchos casos incrementada por la inflación cuasi permanente.
«La crítica anti Estado y anti sector público tiñó y empañó todo. Del lado del discurso, Milei refuerza algunos elementos de la polarización que ya estaban.»
–En términos sociales, ¿cuáles son los principales logros y deudas de la democracia?
–El mayor logro de la democracia son las coberturas sociales, en términos educativos, de salud, de vivienda y hábitat de calidad y un poco menos, en términos de derechos, Argentina es un país que ha avanzado satisfactoriamente comparado a otros países de la región. El vaso medio vacío es la calidad de esos servicios, la fragmentación de esos servicios, y en general la inversión social cotejada con sus resultados rinde menos que en otros países de América Latina. Entonces, hay algunos adelantos, pero las desigualdades se mantienen. Diría que las tres deudas de la democracia son la pobreza; los escasos avances en mejorar la situación de villas y asentamientos; y la inflación que genera pobreza e impide a los hogares ahorrar, prever y dificulta el acceso al crédito.
–Pocos antes del balotaje entre Massa y Milei usted alertó sobre el riesgo de un Gobierno de extrema derecha. ¿Cuál es su impresión hoy?
–Hay un temor a una erosión democrática que se está viviendo en muchos países de América Latina y del mundo. Las encuestas regionales en América Latina revelan que, a un número creciente de personas, ante una crisis o la posibilidad de que los problemas se gestionen mejor o más rápido, no les importa perder en términos de democracia. En efecto, a nivel latinoamericano, entre 2004 y la actualidad hay un aumento de diez puntos de descontento con el funcionamiento de la democracia.
–Sostiene que «el voto a Milei fue el primer voto antisistema de Argentina». ¿Con qué asocia su triunfo?
–Del lado de la sociedad, el hecho principal es distributivo, o sea, había un cansancio con el kirchnerismo, con la no solución de determinadas cuestiones. La del joven que trabaja en Rappi es una imagen muy acotada porque su gran triunfo vino de provincias donde Milei nunca había estado y donde el peronismo había gobernado. En una encuesta que hicimos con Gabriel Vommaro, María Victoria Murillo y Ernesto Calvo surge que los jóvenes varones de 18 a 25 años son los que se ubican más a la derecha en un espectro de autopercepción ideológica. También vimos que había una brecha de género con las mujeres de su edad, de su misma franja, y también con la generación posterior, de 26 en adelante. Hay también una cuestión federal en la victoria de Milei.
–¿A qué se refiere?
–Si bien Milei es lo más porteño que uno pueda imaginar, había un hartazgo con que la agenda sea tan ambacéntrica, además de una vivencia de la cuestión de la casta en el propio lugar: cuanto más pequeño es mi centro urbano, más probable es que conozca a alguien que considero que se benefició injustamente de un determinado Gobierno. La corrupción jugó mucho, y por primera vez en Argentina no se trató solo de una crítica al funcionamiento del Estado, que es una cuestión un poco clásica, sino que, más aún, la idea de que el Estado es el obstáculo principal a mis intentos de movilidad social. La crítica anti Estado y anti sector público tiñó y empañó todo. Del lado del discurso, Milei refuerza algunos elementos de la polarización que ya estaban.
–¿Cómo funciona la polarización en la política latinoamericana?
–En América Latina, hay en países como Argentina y Brasil una «polarización horizontal», esto es, una coalición de izquierda o progresista que se logra mantener en el tiempo y que hace una alianza con organizaciones sociales, feministas, de derechos humanos, etcétera. Establecido en el tiempo y de algún modo acrecentado por la posibilidad de redistribución en épocas de vacas gordas, eso genera guiones sociales y culturales que tienen pregnancia en la sociedad, que está dividida en dos campos, y eso marca una estabilidad. Lo que tiene «a favor» la polarización es que contiene el conflicto, porque de última lo malo es el otro, no el sistema. En cambio, cuando tenés situaciones de descontento generalizado, es todo el sistema el que no sirve y eso hace más difícil articular, hasta que viene un líder que logra transformar, aunque sea durante un tiempo, el descontento en entusiasmo.
«Una debilidad de nuestra coalición antipunitiva es que no logramos explicarle a la sociedad que no es cierto que a un menor que comete un delito no le pasa nada.»
–¿Qué líderes ocupan ese lugar?
–Bukele en El Salvador; López Obrador en México; Petro gana en Colombia por ser lo nuevo, pero por distintas razones no logra transformar ese descontento en un entusiasmo un poco más colectivo; y por ahora Milei parece intentar transformar, en una parte de la sociedad, ese descontento en entusiasmo. La diferencia entre ellos es que López Obrador lo logra en un momento de mejora económica; Bukele es una realidad muy particular. El Salvador es un país muy pequeño y está muy ligado con el tema de seguridad y con un despliegue increíble de la penetración del Estado en la comunicación pública; y Argentina es más difícil porque la demanda es sobre todo redistributiva y estamos en un momento sumamente complejo en ese término. Pero la polarización se mantiene. Lo que tenemos, al mismo tiempo, es una dificultad de narrativa progresista de actualizarse y de generar atractivo.