Estados Unidos impone sanciones contra el sector petrolero de Rusia, las primeras de la ‘era Trump’

Las medidas, dirigidas contra los gigantes Rosneft y Lukoil, llegan como castigo a la “falta de compromiso serio” de Moscú con la paz en Ucrania, según el Departamento del Tesoro.

Estados Unidos ha impuesto nuevas sanciones contra el sector petrolero de Rusia, el motor de la economía de ese país, como castigo a su “falta de compromiso serio a un proceso de paz para poner fin a la guerra en Ucrania”. La medida, anunciada por el Departamento del Tesoro, representa un nuevo giro de su política sobre la guerra en Ucrania y un nuevo endurecimiento de sus posiciones hacia Moscú, un día después de que la Casa Blanca anunciara la suspensión de la cumbre prevista en Budapest entre Donald Trump y Vladímir Putin. Son las primeras sanciones contra Rusia desde el regreso del republicano al poder. Las medidas punitivas afectarán en concreto a las dos principales empresas del sector petrolero ruso, Rosneft y Lukoil.

En declaraciones desde el Despacho Oval, donde se reunía con el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, el presidente estadounidense declaraba que “ya había llegado el momento de imponer sanciones” contra Moscú. “Espero que esto hará a (Putin) más razonable”, ha indicado.

“Siempre he pensado que lo quería todo (el suelo de Ucrania). Pero creo que ahora está un poco más dispuesto a negociar. Y creo que está dispuesto a llegar a un acuerdo. Ya veremos. No queremos que se quede con todo”, declaraba el presidente estadounidense.

Por su parte, Rutte ha indicado que la imposición de sanciones busca “imponer más presión”. “En este caso de Rusia se trata de cambiar el cálculo, de asegurarse que Putin entiende que la visión del presidente de un alto el fuego, de parar donde están, debe ser el primer paso. Debe aceptar esa idea y sentarse a la mesa de negociación. Para eso hay que imponer presión, y eso es lo que el presidente estadounidense ha hecho hoy”.

En un comunicado, el Tesoro asegura que las acciones “aumentan la presión sobre el sector energético ruso y degradan la capacidad del Kremlin de obtener ingresos para su maquinaria de guerra y apuntalar su economía debilitada”. “Estados Unidos seguirá defendiendo una solución pacífica para la guerra”, agrega, antes de puntualizar que “una paz permanente depende por completo de la disposición de Rusia a negociar de buena fe”.

“Ha llegado el momento de detener la matanza y que llegue un alto el fuego inmediato”, ha declarado el secretario del Tesoro, Scott Bessent, que minutos antes había anticipado la llegada de las sanciones. “Instamos a nuestros aliados a unirse a nosotros y adherirse a esas sanciones”.

Los castigos contra los dos gigantes bloquean los activos que puedan tener en Estados Unidos o estén bajo control de estadounidenses. Además, las entidades que se encuentren participadas en más de un 50% por estas corporaciones también quedarán bloqueadas.

Hasta ahora, Trump había advertido en varias ocasiones de la posibilidad de imponer medidas punitivas contra Moscú, aunque nunca había llegado a cumplir sus amenazas. Únicamente había impuesto aranceles del 25% a la India como castigo por su compra de energía rusa, pero no había extendido esa medida ni a China —el principal cliente de Moscú— ni a la propia Rusia.

El anuncio de Bessent y la reunión entre Trump y Rutte llegan en un momento clave: un día después de que Washington guardara en la nevera las perspectivas de una cumbre en las próximas semanas entre Trump y Putin en Budapest (Hungría), y 48 horas antes de la cita en Londres de la llamada coalición de voluntarios, el club de países europeos aliados de Kiev, para tratar sobre el conflicto.

Rutte, el líder europeo que quizá ha conseguido una mejor conexión personal con Trump, desembarcó en Washington el martes en una visita sorpresa. Mantuvo una serie de reuniones con congresistas demócratas y republicanos en el Capitolio antes de verse en el Despacho Oval con el presidente. Su misión estaba clara: tratar de recabar, de nuevo, los máximos apoyos posibles para Ucrania y evitar que el republicano pierda interés en solucionar el que, según él, sería su noveno conflicto resuelto, como le gusta presumir.

Rutte había negado las conjeturas de que su visita deba interpretarse como una señal de la inquietud de Europa después de la reunión del pasado viernes entre Trump y el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, que según el diario Financial Times se desarrolló de manera más que tensa y que concluyó sin progresos para la paz.

El líder ucranio tampoco consiguió que el estadounidense accediera a entregar a Ucrania los codiciados misiles de largo alcance Tomahawk que Kiev considera que podrían servirle como gran herramienta de presión para obligar a negociar a Moscú, pues le permitirían llevar a cabo ataques contra objetivos en el interior del suelo ruso.

Durante su reunión con el secretario general de la OTAN, Trump alegaba que su negativa se debe al largo tiempo necesario para aprender el manejo de estos misiles. “Hacen falta por lo menos seis meses para adiestrar a alguien a usarlos. Eso quiere decir que solo nosotros podemos dispararlos, y no vamos a hacer eso. Tampoco vamos a enseñar a nadie a hacerlo, hace falta demasiado tiempo, haría falta un año y eso es demasiado lejos en el futuro”.

La decisión de sanciones representa el último giro en la accidentada política de Trump hacia la guerra en Ucrania: de los insultos públicos a Zelenski en el Despacho Oval y de asumir casi de modo absoluto las posiciones rusas en febrero pasaba a amenazar a Putin con sanciones y aranceles secundarios. Después de esas amenazas, nunca hasta ahora cumplidas, volvía a sostener durante meses que Ucrania tendría que resignarse a perder casi todo el terreno ocupado por Rusia, aproximadamente un 20% de su superficie. Pero en otro giro sorprendente, en septiembre pareció volver a inclinarse hacia Kiev, al apuntar que Ucrania podría acabar recuperando el territorio ocupado.

La política hacia Ucrania entendida como una montaña rusa ha alcanzado su paroxismo estos últimos días. El pasado viernes, Zelenski se marchó de Washington sin conseguir arrancar a Trump la promesa de enviar los Tomahawk, una idea con la que el presidente estadounidense había coqueteado tan solo días antes.

El pasado jueves, una llamada de dos horas y media a instancias del Kremlin entre el estadounidense y Putin pareció desencadenar un repentino cambio de posición de Trump, que emergió de esa conversación apuntando que Estados Unidos “también necesita los Tomahawk” y, por tanto, no podía entregarlos. El estadounidense también anunció una reunión entre él y Putin en Budapest.

Pero este martes Trump volvió a dar un nuevo giro y confirmó que esa reunión en la capital húngara se caía de la agenda, sin fecha prevista para retomarla. Sería, aseguró, una “pérdida de tiempo”, dado el inmovilismo ruso.