El gobernador Alfredo Cornejo sacó en su discurso una roca con cobre para defender el impacto que tendría la minería en la economía y en la generación de empleo.
sacó a relucir su desconocido perfil histriónico para enviar un mensaje claro a los inversores, a la industria vitivinícola, a los ambientalistas y a los antimineros: está convencido de que la minería, y puntualmente el cobre, vendrá a salvar la economía de Mendoza, y si se consolida el despunte de esa actividad, podrá será trampolín de su gestión.
Se salió del guión de su discurso ante la Legislatura, levantó un trozo de piedra con cobre y cual actor miró a las cámaras que lo enfocaban como único protagonista. “Este producto tiene una demanda internacional que es clave y puede hacer próspera a Mendoza. Y además no tiene por qué ser incompatible con el vino”, dijo y en el acto sacó de la galera una botella de vino, para enfrentar a esos que agitan el fantasma de que la minería dejaría sin agua a la industria madre mendocina.
Él sabe que en el Distrito Minero Malargüe Occidental, en donde ya se comenzó a explorar en algunas de las 29 minas, y se sumarán en breve otros 27 proyectos más -cuya Declaración de Impacto Ambiental se analizará este mes en la Legislatura-, no generará grandes inversiones o un gran impacto económico en el corto plazo, ni tampoco en la demanda laboral, pero le apostó al cobre como el “motor del progreso”.